Me llama la atención la basura que se tira al suelo. Observo el proceso: mientras el estado de las cosas es inmaculado, parece haber una resistencia a la mancha, al deshacerse de lo sobrante de cualquier modo. Pero en el momento en el que alguien traspasa la frontera y tira” la primera piedra”es fácil observar cómo en ese mismo sitio empieza a acumularse la basura.
No hay mas que ver como se deposita la basura en los contenedores, como a alguien se le ocurra dejar algo fuera o mal metido, es inmediatamente seguido. Siempre va a haber alguien que contemple la estampa y decida que si el otro lo hace pues él también, o lo que sea que no piense.
¿A qué se deberá este impulso?
Hay una inercia hacia el dejarse llevar, hacia la pasividad, donde se instalan no pensamientos como el de “aquí nadie hace nada, ¡no lo voy a hacer yo!..” o como aquel del que fui testigo, en el que una persona de gran éxito y prestigio profesional salía con “¡¡¡que recojan otros mi basura, que para eso pago mis impuestos!!!”
No tenemos interiorizada la idea de que somos uno y que estamos en una relación de interdependencia VITAL, como grupo, como especie, pero también como individuos.
Creo que nuestra excesiva individualidad, no percibe que para sobrevivir física y emocionalmente, necesitamos sentirnos valiosos, queridos, BELLOS.
Y aquí es donde belleza y basura se encuentran.
Amparados en la clandestinidad del no ser vistos y otras por el que provee ser uno mas del grupo, es donde empieza a actuar la basura, donde nos dejamos llevar por el impulso de no hacer nada, por el no tomar contacto con la responsabilidad de nuestros actos.
Parece que esto puede ser lo más reconfortante, “me deshago de lo que me molesta”, “no me meto en lo que no es de mi incumbencia”, “yo voy a lo mío...”, pero esto tan lícito, es el comienzo de la basura, de dejarse llevar por lo FEO, de hacernos los reyes del desierto donde poco crece, así no nos molestan casi nada. Pero con las mismas; no nos motiva casi nada, no nos implicamos y comprometemos con casi nada...no somos felices DE VERDAD con casi nada.
Para sentirnos felices tenemos que fomentar lo bello y lo bello crece donde hay amor y compromiso. En aquellos sitios donde importa lo que les pase a los otros, donde los espacios comunes se sienten como propios y se cuidan como tal. Es aquel lugar en el que nos preguntamos como se sentirá nuestra vecina, si estará sola o si aquel niño que a veces se le ve triste, estará bien cuidado, porque lo sentimos de nuestra incumbencia, de nuestra responsabilidad.