jueves, 18 de julio de 2013

Hannah Arendt: Cuando la norma no deja pensar

Hannah Arendt fue una filósofa alemana nacida a principios  del siglo pasado, en estos días está siendo proyectada en los cines  la película biográfica que lleva su nombre. Me interesa pensar sobre algo  que ella  destapa y que muestra la película.

Hannah Arendt era judía, había estado “ingresada” en un centro de Francia  tras la ocupación nazi, según sus propias palabras: «las personas eran ingresadas por sus amigos en "campos de internamiento" y por sus enemigos en "campos de concentración"». En la película se refleja este hecho, pero sobre todo, lo ocurrido durante los años previos y posteriores al juicio que se realizó en Israel  a un dirigente nazi.
Ella solicitó ser enviada especial de un periódico estadounidense y como tal presenció todo el juicio. De esta experiencia concluyó muchas cosas, la que más me impresiona es la que gira entorno a lo que ella llama “la banalidad del mal”, supone que para muchos dirigentes nazis las atrocidades ordenadas por ellos no eran mas que “cumplir con su deber”, algo así como obediencia ciega a Hitler, a su jefe, como principio fundamental desde el que regir sus actos.
Hannah Arendt considera que  de esta modo el individuo queda difuminado en el grupo, y el mal,  extendido  desde la grupalidad. Consideraba  que se había llegado a una situación en la que el individuo dejaba de existir, quedaba sin juicio propio, sin humanidad. El sistema de valores impuesto  consistía en atacar cualquier atisbo de empatía, sensibilidad y amor, por ser considerados todos ellos evidencias de debilidad moral. Se impuso un código social en el que se invirtió el sentido de las cosas.

Esto es muy preocupante ¿cómo es posible que se pueda construir delante de la cara de toda una sociedad  un sistema de valores invertidos? ¿cómo es posible que nadie se de cuenta de que se está produciendo una catástrofe moral?  

El otro día en la playa de San Juan (Alicante) de nuevo observé como la policía montada en sus quads perseguían entre las tumbonas de la playa a hombres negros que estaban vendiendo artículos a los bañistas. Esta escena vista desde la "ley" no es más que una aplicación "rigurosa" de la normativa vigente, pero a mi como a otros de los que estábamos allí nos pareció una persecución desmedida y abusiva.  Pensé en la facilidad con la que la policía tomaba la tarea encomendada, como si ninguno pudiese darse cuenta de que la escena parecía sacada de una de estas películas que nos dejan asombrados por la violencia de la persecución y el desamparo del perseguido.

El año pasado cuando presencié la misma escena tuve la oportunidad de hablar con el policía al mando de la operación, me acerqué a él con la intención de entender la necesidad de aquel despliegue y me contestó que yo no me estaba dando cuenta de la labor que la policía estaba haciendo y de que esos hombres estaban incumpliendo la ley vendiendo artículos que hacen perder mucho dinero a los comerciantes de la zona que pagan sus impuestos. Pudiendo estar de acuerdo en el motivo, en lo que no llegamos a estarlo fue en las formas.  El resto de policías se fue acercando y lo que en un principio parecía una conversación con diferentes puntos de vista, al sentirse grupo, se convirtió en  exaltación de la violencia y en cerrazón amenazante por lo que me tuve que retirar sin poder decir nada mas.  

Esto demuestra que algo ocurre con el grupo y las normas, lo fácil que es que las normas se pongan por encima del pensamiento y de los individuos, porque hace que el grupo se sienta más hermanado y poderoso, con las respuestas dadas y  sin querer hacerse preguntas.   Cuando se establecen este tipo de sistemas dentro de un grupo, sociedad o país, un individuo puede llegar a sentir que no tiene nada que hacer. ¿O sí se puede hacer algo?


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viernes, 5 de julio de 2013

Los canteranos del Barça

"El FC Barcelona  obliga a sus canteranos a aprender catalán por contrato desde los 10 años e impregnarse de los valores de la sociedad catalana" (ECD 4 de julio de 2013)

Este tipo de noticias está cargada con dinamita y lo decimos porque provocan tal polémica que quizás impidan pensar en lo importante de la noticia, que en este caso son los niños.  Leyendo los comentarios que ha suscitado la noticia (los podeis ver en el link), de niños nadie habla.  Ha generado un debate de unos contra otros, catalanistas vs. anticatalanistas.



Es muy curioso con que facilidad los adultos nos podemos convertir en niños que lo que quieren es tener la razón y terminamos diciendo eso de "...y tu más".  Para poder vencer la rabia infantil que puede suscitar cualquier tema, se requiere de una capacidad para tolerar la frustración y la espera. Cuando nuestros funcionamientos adultos salen a nuestro rescate, podemos transitar por estas primeras fases turbulentas y finalmente podremos pensar.  En este caso el debate no ha pasado de la pelea, nosotras nos preguntamos ¿que pasa con los niños?

Los adultos estamos obligados a proveer de recursos y herramientas en el proceso educativo, que finalmente permitan que los niños sean ellos mismos y tengan su propio criterio.  Cada familia intenta educar a sus hijos para darles las mejores posibilidades, pero cada una lo hace con un estilo y valores propios y esto hace que en un grupo los niños sean muy parecidos por edad, por intereses, por gustos, por necesidades, pero a la vez muy distintos.  Esto enriquece y da mayor perspectiva, las cosas no son solo como las hacemos en mi casa.  

A los 10 años los niños necesitan psicológicamente ampliar su horizonte, están muy cerca de la preadolescencia,  momento crucial en la vida porque  se pasa de un funcionamiento más obsesivo (rígido, obediente, repetitivo...) necesario en la primera infancia, a un funcionamiento donde el niño empieza a tener mayor capacidad de comprensión y amplitud de miras.  Si en este momento no se permite que la mente del niño contemple que hay diferencias, que no todos son iguales a ellos, ni piensan lo mismo y que cada uno de ellos tiene su sistema de valores, estaremos poniendo muchas trabas para que puedan superar esta fase evolutiva.

Por eso nos sorprende que el Barça apele a una necesidad cultural, para en lugar de abrir las posibilidades de conocimiento y comprensión de la vida,  imponer algo que implica perder la identidad individual en aras de una "identidad colectiva", sin tener en cuenta que los niños necesitan pasar por la diversidad: que unos hablen castellano, otros catalán, que unos celebren las victorias con sardanas y otros como quieran, pero sobre todo que lo hagan de una manera natural que les salga de dentro. 

Si no ayudamos a los niños a salir de lo obsesivo, de que todo tiene que ser igual para estar bien, no les estaremos ayudando a crecer e impediremos que puedan multiplicar sus recursos internos, porque desde este funcionamiento igualitario serán adultos muy obedientes, poco pensantes y previsibles,....  poco creativos y maduros.



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