Ayer fui a ver la última de Tarantino y antes de empezar la película pusieron los inevitables anuncios, pero esta vez, para mi sorpresa uno me atrapó, era de Cruz Roja y mostraba como un chico cenaba en su casa mientras una mujer mojada y muerta de frío lo miraba con aturdimiento y angustia. En otra escena aparecía una familia disfrutando de una agradable sobremesa mientras eran pasivamente observados por una madre subsahariana y su bebé desnutrido.
De repente algo mágico ocurrió, las personas afortunadas de las historias, eran conscientes de que ahí mismo había alguien en apuros y sin pensarlo se levantaban a socorrerlas. La distancia invisible que los separaba al principio, había desaparecido.
Se subrayaba algo que sabemos pero dejamos apartado de nuestra conciencia: la simultaneidad con que los hechos se dan: mientras yo estoy en mi casa calentito con mis hijos cenando tranquilamente, en ese mismo momento están ocurriendo cosas que me son completamente ajenas.
La escisión es un mecanismo mental inconsciente necesario para poder vivir, consiste en separar en nuestra mente escenas dolorosas, propias o ajenas, que de permanecer activas intensa y permanentemente harían insostenible la vida psíquica.
Pero puede ocurrir que si abusamos de este mecanismo sano para la vida, lo que hagamos sea debilitar nuestro yo y quedarnos sin los recursos necesarios para darle la cara al dolor y poderlo gestionar de una manera sana, es decir, pudiéndolo ver, sentir, pensar y de este modo actuar con responsabilidad y empatía.
El problema de evitar el dolor constantemente, es que nos deja aislados, ciegos y sordos. Nos inmuniza frente al dolor ajeno, pero también nos incapacita para atender las necesidades propias y las de los seres a los que queremos de una manera ajustada a la realidad. Sin tomarle el pulso a la verdad, nos quedamos sin referentes que nos ayuden a saber hasta donde debemos pedir y hasta donde debemos dar.
Así se observa en Django. El problema que trata tiene muchos elementos necesarios de análisis, pero se observa por ejemplo, cómo el personaje que interpreta Leonardo di Caprio ha quedado desbordado por este mecanismo de escisión. No es capaz de registrar cual es el límite entre el bien y el mal y por eso se convierte en un maltratador, no tiene límite para pedir, se cree con derecho a pedir la vida, pero tampoco es capaz de entender el dolor que pueda tener su hermana a la que da sin límite hasta convertirla en una muñeca de su propiedad.
Entender este mecanismo nos hará más flexibles a la hora de elegir darnos cuenta o no de determinadas cosas. Es una opción en principio difícil pues podemos salir mal parados, es verdad que el dolor duele, pero al contrario de lo que sospechamos en vez de debilitarnos, nos da la oportunidad de crecer y enriquecernos. Precisamente enfrentar el dolor y “cuidarlo” es lo que fortalece nuestro yo y nos hace madurar, es sin lugar a dudas la fuente de energía psíquica mas potente.
La escisión puede que actúe cuando estamos dando por hecho que salga agua del grifo para mi y no seamos conscientes que en ese mismo momento no lo haga para otros. O cuando ignoramos qué significa, que implicaciones tiene, que los lineales de los supermercados estén llenos de carne, verduras, pescado....
¿De dónde viene todo eso, que efectos tiene mi estilo de vida en los animales, en la tierra, en los otros seres humanos? ¿La escisión tendrá que ver con la crisis?
Las crisis pueden dejarnos, por miedo e ignorancia, permanentemente dando palos de ciego para no hacernos cargo de nuestra responsabilidad o por el contrario si elegimos ver, tendremos la oportunidad de reciclarnos y mejorar.
Reservados todos los derechos. Prohibida su reproducción total o parcial sin autorización de las autoras.
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